¿Hasta Cuándo?

¿Hasta cuándo, oh Señor? ¿Me olvidarás para siempre? ¿Hasta cuándo esconderás de mí tu rostro? ¿Hasta cuándo he de tomar consejo en mi alma, teniendo pesar en mi corazón todo el día? ¿Hasta cuándo mi enemigo se enaltecerá sobre mí? —Salmo 13:1-2.

Cinco preguntas en apenas dos versículos. Cinco preguntas que denotan la desesperación y ansiedad del rey David ante la situación que le estaba tocando vivir. Y es que hay pruebas que son tan duras que en medio de ellas es común preguntar: “Señor, ¿hasta cuándo? ¿Cuándo se terminará esto?” No porque estamos cuestionando o demandando respuesta de Dios, o porque estemos dudando de su poder o cercanía sino que simplemente estamos expresando lo cansado que estamos y lo difícil que se ha vuelto la situación. Pese a todo esto debemos estar alerta porque nuestra alma se puede ir más allá de un simple ventilar las emociones y frustraciones; y puede comenzar a dudar de Dios. Para evitar que la duda gane ventaja sobre nosotros debemos orar como lo hizo David en el Salmo 13. De esta oración podemos aprender los siguientes principios:

  • David no se presentó ante Dios tratando de ocultar sus frustraciones sino que fue honesto.
  • Pidió al Señor que considerara su oración y le respondiera (v.3).
  • Pidió que Dios iluminara sus ojos. Muchas veces perdemos de vista lo que Dios nos quiere enseñar en medio de las pruebas y por eso terminamos frustrados (v.3).
  • David confiaba en la misericorida de Dios y que su salvación venía de Él (v.4).
  • Pese a su prueba, David cantaba al Señor (v.5).
    La clave para cantar en medio de las pruebas es reconocer que “Dios nos ha colmado de bienes”. Aunque tu prueba sea terrible y te estés preguntando, “¿Hasta cuándo, oh Señor? ¿Me olvidarás para siempre? ¿Hasta cuándo esconderás de mí tu rostro?” No te quedes ahí. Levanta tus ojos y mira todos los bienes con los que el Señor te ha colmado: la salvación de tu alma, el perdón de todos tus pecados, paz eterna, la reconciliación, el Espíritu Santo habitando en ti, y muchos otros beneficios. ¿Cómo no cantar? Aunque hoy la oración comience con lamento, queja, lloro, o frustración la terminaremos cantando porque Dios nos ha colmado de bienes, favores, y misericordia. A Él sea la gloria por siempre. Amén.

Esther Díaz-Guzmán

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